top of page

Legalidad y valores

  • livreditorial
  • 21 nov 2015
  • 3 Min. de lectura

“Para poder vivir con otras personas tengo que poder vivir conmigo mismo. La única cosa que no se rige por la regla de la mayoría es la conciencia de uno”. La frase es de Atticus Finch, abogado en la maravillosa novela de Harper Lee “Matar a un ruiseñor” y está dicha en un contexto en el que se le acusa de ser un “defensor de negros”. Lo cual, dadas las leyes y la cultura de la época, se consideraba una grave contravención de las normas socialmente aceptables. Pero pasaron los años e incluso se cambió de siglo y aquellas normas también evolucionaron. Ahora, quienes las miramos desde el otro lado del tiempo, a menudo sentimos que aquellas normas pasadas eran claramente injustas, incluso barbáricas. Para quien escribe, lo auténticamente heroico y libre se refleja en la vida y el accionar de quienes supieron ver esa injusticia, esa barbarie, dentro del mismo tiempo en que se producía y lo hicieron, por así decirlo, visionariamente. Para ello, se valieron no más que de su propia conciencia y, muchas veces, de su clarividencia. Supieron ver y señalar, allá donde otros no querían o no podían mirar. Gracias a estas mujeres y hombres es que avanzamos hacia nuevos paradigmas. Hablo de quienes lucharon y todavía hoy siguen luchando en muchas partes del mundo por la abolición de la esclavitud, por el voto femenino, por la jornada laboral de 8 horas, por la erradicación del trabajo infantil normalizado, por la condena de la violencia y el abuso de poder en todas sus formas, por los derechos de la pacha… Y todos ellos y ellas, tienen algo en común: su gran hazaña consistió en transformar, superándolo, el marco legal, moral y cultural de la época que les tocó vivir. En este último período, en Chaltén, se ha hablado mucho sobre la legalidad y las reglas que nos rigen o nos han de regir. Es bueno y positivo, en democracia, tener un marco legal al que poderreferirnos como primer juicio a la hora de evaluar determinadas situaciones.Es el llamado juiciode legalidad. Sin embargo, creo que es cada vez más necesario no perder en absoluto de vista nuestra inexcusable responsabilidad para someter esas mismas situaciones a un segundo juicio, íntimo, consciente y sobre todo indelegable, que nos corresponde a cada una y cada uno como habitantes de este tiempo y lugar. Es el llamado juicio de valor. Se refiere a cuestiones tan difíciles de definir como muchas veces fáciles de sentir, clarividentemente, tales como la justicia, la equidad y la bondad. Conceptos tal vez atemporales y, sin embargo, a menudo olvidados tras el vestido de luces de la legalidad vigente. Es el juicio de valor necesario a la hora de decidir qué postura tomamos frente a una elección política, pero también, a la hora de decidir fijar un salario, un precio para un alquiler, para un producto, para un servicio o incluso para el tiempo que dedicamos a la construcción de lo común y del espacio que habitamos, en función de su trascen-dencia social y ética, más allá de su potencial “capitalización” para nuestro beneficio individual. Es este juicio de valor el que muchas veces optamos por relegar al patio de atrás de la normativa legal. Un lugar al que preferimos no asomarnos para no descubrir que tal vez está abandonado, desordenado y sobre todo, al que vamos a tener que dedicar tiempo y esfuerzo para dejarlo lindo. A veces nos olvidamos de cuánto merece la pena hacerlo. Porque al final del día, en el cuarto oscuro de nuestra propia conciencia, la que sabe de valores atemporales, esa es la única verdad.


 
 
 

Comments


Editorial
Seguinos en:
  • Facebook Basic Black
  • Google+ Basic Black
bottom of page